Aunque el exceso de alimento y las dietas insanas parecen ser la causa fundamental de sobrepeso y obesidad infantiles, tendríamos que tener en cuenta también cuál es el ritmo de vida de nuestros hijos.
Yo recuerdo que, cuando yo era pequeña, íbamos al colegio andando, o corriendo si llegábamos tarde; ahora mis hijos van en coche porque mi marido les deja de camino al trabajo; jugábamos, en la calle o en el parque más cercano a nuestra casa, a juegos con mucha actividad física como el fútbol, la comba, el rescate o el escondite con otros niños del barrio. Actualmente, esta tendencia ha cambiado. Aunque nuestros hijos siguen teniendo la necesidad imperiosa de moverse, los padres ya no solemos fiarnos de que jueguen en la calle o sin nuestra supervisión, así que optamos por un tipo de juego más individual y sedentario que pueda realizarse, sin problemas, y en casa. Se trata de un ocio pasivo como jugar a la consola o ver la televisión.
Los juegos sociales y activos, desgraciadamente, han quedado relegados al ámbito exclusivo de la escuela. A veces, cuando nuestros hijos salen del colegio están demasiado ocupados, ¡tanto como nosotros!, tienen el tiempo justo para merendar, hacer las tareas, bañarse y acostarse pronto porque hay que madrugar al día siguiente, sobre todo en invierno en que hay menos horas de luz. Una encuesta nacional de salud, refleja que el 39 por ciento de los niños y el 68 por ciento de las niñas no realizan ejercicio físico, aparte del que realizan en la clase de gimnasia.
La falta de actividad física parece otra de las causas fundamentales que explican el sobrepeso y el aumento de la obesidad en la edad infantil, y por supuesto también en la edad adulta. Se trata de una enfermedad muy seria que, en muchas ocasiones, se agrava y persiste durante la juventud y madurez. Puede tener graves consecuencias a nivel tanto físico como emocional: los niños obesos son víctimas, muchas veces, de la exclusión de sus compañeros, del sentimiento de inferioridad o de la depresión. ¡No dejemos que esto suceda!
Volvemos pues a insistir en la creación de hábitos saludables como la práctica de algún deporte. Quizás podríamos hacer el esfuerzo de ponernos en forma con nuestros hijos 2 ó 3 días por semana: ir a correr juntos, montar en bicicleta, jugar tenis, bailar o caminar... ¡nos vendría de perlas a todos! Pienso que el prevenir la obesidad de nuestros hijos depende mucho más de nosotros que de las instituciones públicas, así que, ¡manos a la obra!
Fuente:guiainfantil